Data: marzo 26, 2017 | 5:04
COLUMNA VERTEBRAL | El gobernante no encuentra ninguna incompatibilidad entre sus responsabilidades de Estado y sus intereses empresariales, no cree que tenga obligación alguna de hacer conocer con transparencia el estado de sus ingresos...

Carlos D. Mesa Gisbert | ¿PUEDE TRUMP PATEAR EL TABLERO?

Lo que no resiste el menor análisis es la idea del Presidente de que se puede prescindir del legítimo derecho de la sociedad a defender la ley y los valores que conlleva y atropellar al Poder Judicial encargado del control y el balance que debe limitar el poder discrecional del Ejecutivo…

Debatibles relaciones con Rusia y su Presidente que vienen de atrás y que parecen haber comprometido nada menos que el proceso electoral de la primera democracia del mundo como consecuencia de una muy probable manipulación rusa de la última elección…

El día de su posesión, coherente con el tono de su campaña, el Presidente Donald Trump les dijo a sus compatriotas que ese era el último día de la vieja política y de los políticos tradicionales en Washington y el comienzo de un nuevo modo de gobernar, que sería el de la verdadera presencia del pueblo en el corazón de las decisiones de Estado.

Volver a hacer a América (léase Estados Unidos de Norte América) grande, el slogan más poderoso de su camino al poder, consiste —en sus términos— en manejar las cosas de otra modo, tanto en forma como en fondo. Para ello Trump escogió un equipo muy poco relacionado con las figuras con mayor experiencia de su propio partido, con base en afinidades evidentes, gestión de empresas y grandes fortunas y, como remate, incrementó la presencia de militares en cargos no sólo referidos a la defensa sino también a otros ámbitos. En esa tesitura consideró que no habían ni personas ni instituciones intocables y para probarlo expresó sus ácidas críticas a los pilares de su seguridad nacional, NSA y CIA.

El gobernante no encuentra ninguna incompatibilidad entre sus responsabilidades de Estado y sus intereses empresariales, no cree que tenga obligación alguna de hacer conocer con transparencia el estado de sus ingresos y egresos y su justificación. Tampoco parece preocuparle en lo más mínimo que varios miembros de su familia directa ocupen cargos de responsabilidad o que su hija Ivanka tenga un despacho en la Casa Blanca como asesora personal con acceso a documentos clasificados. No le quita el sueño el costo de logística y seguridad del día a día de sus familiares, comenzando por su esposa e hijo menor que siguen viviendo en Nueva York.

Ha decidido comunicarse directamente con el mundo a través de su cuenta de twitter que, obviamente, maneja él personalmente, en general para acusar, descalificar o atacar a personas, países o empresas en temas referidos tanto a asuntos de los Estados Unidos como a intereses directos de su familia.

Cree que hay que terminar con las formas “políticamente correctas” e ir al grano, decir las cosas que piensa tanto dentro como fuera de su país, sea a sus adversarios, sea a sus aliados internos e internacionales.

Considera que las órdenes ejecutivas (equivalentes a nuestros decretos supremos) son un mecanismo idóneo para llevar a cabo acciones rápidas de cumplimiento inmediato, con el objetivo de recuperar el poder del Ejecutivo y demostrar cómo se puede llevar adelante de manera eficiente las decisiones tomadas por él y su equipo más íntimo. La premisa que respalda esta idea es que el interés superior de su país está por encima de todo y que, lo que considera que es ese interés superior, no puede ni debe ser cuestionado, detenido o bloqueado por nadie. En consecuencia, la obstrucción de esas órdenes es una forma de dañar la causa estadounidense o, incluso, traicionarla.

Esta lógica, demás está decirlo, es un desafío al ‘establishment’, a la ‘clase’ política, no sólo la demócrata, sino toda la clase política. Romper protocolos, saltarse normas, confundir lo privado con lo público, vulnerar aspectos centrales de la institucionalidad de su país, poner en cuestión principios sagrados de la Constitución, acusar sin pruebas, etc., etc., hacen un paquete difícil de tragar y mucho menos de aceptar pasivamente por quienes han detentado el poder político de la Unión desde tiempos inmemoriales sin distinción entre republicanos y demócratas. Pero algo más grave, aunque se acepte que el apoltronamiento de la vieja política genera rechazo y merece críticas por una forma muy cuestionable de proceder referida al control del poder político y económico, lo que no resiste el menor análisis es la idea del Presidente de que se puede prescindir del legítimo derecho de la sociedad a defender la ley y los valores que conlleva y atropellar al Poder Judicial encargado del control y el balance que debe limitar el poder discrecional del Ejecutivo.

Trump tiene además un problema adicional, aunque derrotar al sistema es de hecho una tarea poco menos que imposible, en el caso presente lo es aún más porque el Presidente trae consigo muchas debilidades. Un carácter y una forma de actuar autoritaria y discrecional, una evidente opacidad en su pasado como empresario, visibles conflictos de intereses, un descarnado nepotismo y, el punto más débil, debatibles (para usar una expresión prudente) relaciones con Rusia y su Presidente que vienen de atrás y que parecen haber comprometido nada menos que el proceso electoral de la primera democracia del mundo como consecuencia de una muy probable manipulación rusa de la última elección.

El Presidente Trump, en suma, está comprando todos los tickets de la rifa cuyo premio es que antes de que haya terminado de patear el tablero, corra el alto riesgo de quedar con el cuerpo desnudo y sin recursos políticos para seguir adelante. No será mañana, no, pero él sigue comprando tickets…

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